Pero lo que sobre todo recuerdo de aquella conversación fue el final, quizá porque en aquel momento tuve por vez primera la intuición falaz de que el pasado no es un lugar estable sino cambiante, permanentemente alterado por el futuro, y de que por tanto nada de lo ya acontecido es irreversible.
Diuen alguns que el Cercas es repeteix a cada novel·la. A mi, com que aquesta és la primera d’ell que llegeixo, La velocidad de la luz m’ha semblat una història tremendament ben escrita i lligada fins al darrer paràgraf.